Inteligencias Múltiples. Howard Gardner

Para Gardner, la inteligencia es la capacidad de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos para una o más culturas. La inteligencia no se mide solo por el éxito o la excelencia académica, ya que alguien puede ser brillante como científico genetista y no saber desenvolverse socialmente y relacionarse con las personas.

Por otro lado, esta teoría entiende a la inteligencia como una capacidad que se puede desarrollar, y no como algo innato e inamovible.

La teoría de las inteligencias múltiples distingue entre estos tipos de inteligencia:

Inteligencia lingüística o verbal: Es la capacidad de pensar en palabras y de utilizar el lenguaje para comprender, expresar y apreciar significados complejos. Esta relacionada con la lectura, la escritura, el razonamiento abstracto y el habla simbólica. Esta capacidad para utilizar eficazmente las palabras, ya sean en el habla, la lectura o la escritura, esta más desarrollada por lo general en periodistas, abogados, docentes, escritores y políticos entre otros.
Inteligencia espacial: Esta relacionada con lo visual, con la percepción de las cosas, y consiste en la habilidad de formar modelos mentales en tres dimensiones. Esta asociada a las habilidades de reconocer y elaborar imágenes visuales, crear imágenes mentales, razonar acerca del espacio y sus dimensiones, etc. Es la inteligencia desarrollada por los ingenieros, arquitectos, escultores, fotógrafos, etc.
Inteligencia lógica-matemática: Es la capacidad de razonamiento lógico, que se utiliza para resolver problemas de lógica y matemáticas. Esta asociada a las habilidades de comprender y resolver cálculos numéricos, problemas de lógica y conceptos abstractos. Es la inteligencia desarrollada en todas las disciplinas científicas.
Inteligencia musical: Es la capacidad que permite expresarse mediante formas musicales, ya sea dirigiendo, componiendo o ejecutando un instrumento, incluida por supuesto la voz humana. Este tipo de inteligencia esta desarrollada en músicos, compositores, cantantes y bailarines.
Inteligencia corporal-cinestésica: Es la capacidad de utilizar el propio cuerpo controlando sus movimientos. Involucra la destreza psicomotriz, uniendo el cuerpo y la mente para lograr el perfeccionamiento del desempeño físico. Incluye habilidades físicas específicas como la coordinación, la destreza, la fuerza, la flexibilidad, el equilibrio y la velocidad.
Inteligencia intrapersonal: Es el tipo de inteligencia que refiere a la autocomprensión, a entenderse a sí mismo. Esta relacionada a emociones y sentimientos como la motivación, la capacidad de decisión, la ética personal, la integridad, la empatía y el altruismo.
Inteligencia interpersonal: Es la que permite entender y comprender a los demás y comunicarse con ellos. Para desarrollar relaciones satisfactorias es necesario tener en cuenta el temperamento, los objetivos, las motivaciones y las habilidades del otro. Comprender estas características, poder verlas y manejarlas permite establecer y mantener relaciones sociales y asumir diversos roles dentro de los grupos.
Inteligencia naturalista: Es la utilizada para observar y estudiar la naturaleza, reconociendo distinciones y semejanzas entre grupos. Abarca las habilidades para observar, identificar y clasificar miembros de un grupo o especie, reconocer secuencias y formular hipótesis.

http://www.testdeinteligencia.com.ar/v-tipos-de-inteligencia.htm

Leave a comment »

Inteligencias Multiples de Howard Gardner

Inteligencias múltiples. Video de YouTube

Leave a comment »

Acerca de la educación especial y la crisis de la «normalidad»

Parece haber un cierto consenso al­rededor de la idea de que ya no hay un único modo de entender qué es la educación especial y, entonces, definir cuáles son sus paradigmas. Más aún: no hay tal cosa como la «educación especial», sino una inven­ción disciplinar creada por la idea de «normalidad» para ordenar el desor­den originado por la perturbación de esa otra invención que llamamos de «anormalidad». Supongo que los es­pecialistas estábamos demasiado acostumbrados a simplificar el pro­blema e identificar la educación es­pecial con las instituciones especia­les y referirnos a una oposición es­tricta entre paradigmas terapéuticos y antropológicos. Sin embargo, a po­co que entremos en sus prácticas y en sus discursos, se nos hace más evidente que se trata más bien de fluctuaciones, de una suerte de vai­vén permanente entre aquellos «mo­delos», pero no de su separación tex­tual, de su distinción conceptual. De todos modos, creo que actualmente, más que de una cuestión de paradig­mas, se trata de una verdadera dis­puta, consciente o no, que intenta re­solver la siguiente paradoja: la perpe­tuación o la implosión de aquello que llamamos educación especial «tradicional». Más específicamente, me parece que habría que considerar la existencia de una frontera que se­para de modo muy nítido aquellas miradas que continúan pensando que el problema está en la «anormalidad»; de aquellas que hacen lo contrario, es decir, que consideran la «normali­dad» como el problema. Las primeras -sólo en apariencia más científicas, más académicas- siguen obsesivas por aquello que es pensado y produ­cido como «anormal»; vigilando cada uno de los desvíos, describiendo ca­da detalle de lo patológico, cada ves­tigio de anormalidad y sospechando de toda deficiencia. Este tipo de mira­das no es útil para la educación es­pecial ni para la educación en gene­ral: lo «anormalizan» todo y a todos. Las otras miradas -tal vez menos vigi­lantes, pero también menos preten­ciosas- tratan de invertir la lógica y el poder de la normalidad, haciendo de esto último, de lo normal, el proble­ma en cuestión. Esas miradas tienen mucho que ofrecer a la educación: por ejemplo, la desmitificación de lo normal, la pérdida de cada uno y de todos los parámetros instalados en la pedagogía acerca de lo «correcto»; un entendimiento más cuidadoso sobre esa invención maléfica del otro «anormal», además de posibilitar el enjuiciamiento permanente a lo «nor­mal»; a la «justa medida», etcétera. Es­tas miradas, entonces, podrían soca­var esa pretensión altiva de la norma­lización, que no es más que la impo­sición de una supuesta identidad única, ficticia y sin fisuras de aquello que es pensado como lo «normal».

Por eso creo que la educación espe­cial podría ser pensada como un dis­curso y una práctica que torna pro­blemática e incluso insostenible -y más bien imposible- la idea de lo «normal» corporal, lo «normal» de la lengua, lo «normal» del aprendizaje, lo «normal» de la sexualidad, lo «nor­mal» del comportamiento, etc., acer­cándose de ese modo a otras líneas de estudio en educación, como lo son los Estudios de Género, los Estu­dios Culturales, el Post-estructuralis­mo, la Filosofía de la Diferencia. Si aquello que llamamos educación es­pecial no sirve para poner en tela de juicio «la norma’; «lo normal», «la nor­malidad», pues entonces no tiene ra­zón de ser ni mayor sentido su sobre­vivencia.

CARLOS SKLIAR

Leave a comment »

Acerca de la educación especial y la crisis de la «normalidad» CARLOS SKLIAR

Parece haber un cierto consenso al­rededor de la idea de que ya no hay un único modo de entender qué es la educación especial y, entonces, definir cuáles son sus paradigmas. Más aún: no hay tal cosa como la «educación especial», sino una inven­ción disciplinar creada por la idea de «normalidad» para ordenar el desor­den originado por la perturbación de esa otra invención que llamamos de «anormalidad». Supongo que los es­pecialistas estábamos demasiado acostumbrados a simplificar el pro­blema e identificar la educación es­pecial con las instituciones especia­les y referirnos a una oposición es­tricta entre paradigmas terapéuticos y antropológicos. Sin embargo, a po­co que entremos en sus prácticas y en sus discursos, se nos hace más evidente que se trata más bien de fluctuaciones, de una suerte de vai­vén permanente entre aquellos «mo­delos», pero no de su separación tex­tual, de su distinción conceptual. De todos modos, creo que actualmente, más que de una cuestión de paradig­mas, se trata de una verdadera dis­puta, consciente o no, que intenta re­solver la siguiente paradoja: la perpe­tuación o la implosión de aquello que llamamos educación especial «tradicional». Más específicamente, me parece que habría que considerar la existencia de una frontera que se­para de modo muy nítido aquellas miradas que continúan pensando que el problema está en la «anormalidad»; de aquellas que hacen lo contrario, es decir, que consideran la «normali­dad» como el problema. Las primeras -sólo en apariencia más científicas, más académicas- siguen obsesivas por aquello que es pensado y produ­cido como «anormal»; vigilando cada uno de los desvíos, describiendo ca­da detalle de lo patológico, cada ves­tigio de anormalidad y sospechando de toda deficiencia. Este tipo de mira­das no es útil para la educación es­pecial ni para la educación en gene­ral: lo «anormalizan» todo y a todos. Las otras miradas -tal vez menos vigi­lantes, pero también menos preten­ciosas- tratan de invertir la lógica y el poder de la normalidad, haciendo de esto último, de lo normal, el proble­ma en cuestión. Esas miradas tienen mucho que ofrecer a la educación: por ejemplo, la desmitificación de lo normal, la pérdida de cada uno y de todos los parámetros instalados en la pedagogía acerca de lo «correcto»; un entendimiento más cuidadoso sobre esa invención maléfica del otro «anormal», además de posibilitar el enjuiciamiento permanente a lo «nor­mal»; a la «justa medida», etcétera. Es­tas miradas, entonces, podrían soca­var esa pretensión altiva de la norma­lización, que no es más que la impo­sición de una supuesta identidad única, ficticia y sin fisuras de aquello que es pensado como lo «normal».

Por eso creo que la educación espe­cial podría ser pensada como un dis­curso y una práctica que torna pro­blemática e incluso insostenible -y más bien imposible- la idea de lo «normal» corporal, lo «normal» de la lengua, lo «normal» del aprendizaje, lo «normal» de la sexualidad, lo «nor­mal» del comportamiento, etc., acer­cándose de ese modo a otras líneas de estudio en educación, como lo son los Estudios de Género, los Estu­dios Culturales, el Post-estructuralis­mo, la Filosofía de la Diferencia. Si aquello que llamamos educación es­pecial no sirve para poner en tela de juicio «la norma’; «lo normal», «la nor­malidad», pues entonces no tiene ra­zón de ser ni mayor sentido su sobre­vivencia.

CARLOS SKLIAR

Leave a comment »

Poner en tela de juicio la normalidad, no la anormalidad. CARLOS SKLIAR

Este espacio es pensado para reflexionar acerca de la educación inclusiva

Leave a comment »

Hello world!

Welcome to WordPress.com. This is your first post. Edit or delete it and start blogging!

Comments (1) »